Ingrata patria, no eres digna de poseer mis huesos.-
Publio Cornelio Escipión,
el Africano (234 a.C.- 183 a.C.)
A una esmerada educación griega – las “gentes bien” romanas tenían desde niños preceptores griegos - , trato agradable y hábil elocuencia, había que sumar sus dotes de guerra. A los 22 años llegó a Tarragona como Procónsul para España, y a los 26 ya era Cónsul. Sus dotes diplomáticas le ayudaron a captar las voluntades de los naturales de la Península necesarias para combatir contra los cartagineses.
Luchó en Cannas contra Aníbal y perdió, pero en la batalla de Zama, sus ansias de victoria se vieron recompensadas. Aunque vencidos los cartagineses, sigue de cerca el destino de Aníbal, finaliza la conquistada España y sus pasos se dirigen hacia África.
A su regreso a Roma es acusado en el Senado por su visceral enemigo Catón, de malversación del dinero público y gastos excesivos. Decepcionado eligió libremente el destierro, y se retiró a un pequeño pueblo cerca del mar Tirreno, Lucertum, pueblo que hoy no existe.
A su muerte dejó en testamento que no deseaba honores ni que sus huesos reposaran en Roma.
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